Valorado tanto por su belleza y simbolismo cultural como por su importancia ecológica, es considerado un árbol sagrado asociado con la fertilidad, la vida y la renovación. Al florecer todas las primaveras con un vibrante color amarillo que simboliza luz y energía renovadas, embellece el paisaje y evoca esperanza y alegría. Es por esto que es el símbolo de Ahura Álmica, por ser considerado un emblema de optimismo. La neuroarquitectura de paisaje de nuestro Santuario de Paz contempla 3 árboles de Guayacán. 

Juega un papel fundamental en la estabilización y regeneración de suelos erosionados y en la creación de microclimas que favorecen la biodiversidad, siendo un refugio para aves y polinizadores.